domingo, 23 de marzo de 2014

Mi pequeña odisea de año nuevo chino

Hace días que el paisaje urbano había comenzado a transformarse y agitarse lentamente. Había mas movimiento en las calles, un movimiento distinto del habitual. Con el pasar de los días, y con el estruendo de petardos y baterías a cualquier hora del día en aumento, comenzaba a verse en las veredas una imagen similar a lo que se podría calificarse como una mudanza masiva. Gente que partía, gente que arribaba. Por las tardes se podia uno encontrar con montones de personas, familias enteras en la vereda con sus bolsones plásticos, bolsas de comida y hasta los acolchados esperando a que los pasen a buscar para comenzar el viaje de regreso a casa para celebrar en familia el año nuevo. Combis, autos, camionetitas y carros destartalados cargados cual familia argenta que se va de vacaciones a la costa por dos semanas y por las dudas se lleva media casa consigo.

Finalmente me toco partir a mi. Mi amigo me habia invitado a pasar el año nuevo con su familia en su pueblo natal. Era la primera vez que celebraria el año nuevo chino, y nada menos que en China, por lo que estaba muy entusiasmado de vivir con ellos la fiesta mas importante. Aunque tal vez lo que mas me entusiasmaba (y dirán que estoy loco) era la idea del viaje hasta el pueblo de mi amigo y evidenciar lo que tantas veces habia visto en imágenes y vídeos en internet o escuchado en boca de terceros: la mayor migración humana del mundo que año tras año se supera en numero de viajantes. Pero la realidad fue un poco distinta a las imágenes que tenia en mi cabeza. Sucede que nos hallabamos en una ciudad relativamente cerca a su pueblo, por lo que el viaje no iba a ser muy largo. Por otro lado, el pueblo de mi amigo se encuentra en una pequeña isla llamada ubicada en el archipiélago de Zhoushan por lo que no abordaríamos ningún tren; El viaje seria en ferry y el trayecto seria de dos horas y media (Partiamos desde Zhoushan). De todas formas, con el entusiasmo que tenia, el viaje fue una aventura igual.

Así que empacamos nuestras cosas, nos cargamos las mochilas al hombro y partimos. Debíamos tomar un colectivo hasta el puerto para abordar el ferry. Después de esperar 20 minutos y cuando pensamos que ya no pasaría apareció el bendito numero 16...lleno! tuvimos que entrar por la puerta de atrás ya que adelante no entraba nadie mas. Luego de algunos empujones y poniendo a prueba nuestra destreza para la contorsión y el tetris subimos al colectivo con nuestro equipaje (3 mochilas, 2 bolsas y una valija).

El colectivo no parecería estar tan tan lleno si no fuera por el hecho de que todos iban hacia el puerto para abordar el ferry de vuelta a sus casas. Y por consiguiente, todos (sin excepción) cargaban al menos una valija o bolso (o bolsón, o caja echa pedazos, o bolsa de consorcio o cualquier recipiente que sirva para cargar cosas) con las cargas que uno menos esperaría ver en un colectivo; como un balde con huevos de codorniz, un bolsón lleno de lechugas, arroceras y manojos de pescados secos entre otros.

Una vez adentro, y aplastado contra la puerta trasera, no podía hacer otra cosa que mirar por la ventana. El paisaje urbano y el camino por el que íbamos era el mismo que uno puede ver en varias ciudades de China en plena transformacion y expansion, donde surjen nuevos barrios residenciales, autopistas, hospitales y toda la infraestructura que uno pueda imaginar de la noche a la mañana. Y nosotros íbamos precisamente de una de estas ciudades, hacia el extremo de la isla donde estaba el puerto. Avenidas que se transforman en calles y luego en pasillos laberínticos que, zigzagueantes, se abren paso por el medio de distintos poblados y por donde circulan y deambulan transeúntes, vendedores ambulantes, bicis, motos, bicimotos, triciclos a pedal y a motor, carros, autos, camionetas y colectivos. Todos haciendo sonar sus respectivas bocinas al unísono.

Y allí iba yo, en medio de tanto chino que me miraba con asombro como bicho raro, aferrado al pasamanos y tratando de amortiguar los golpes y sacudidas del bondi que se iba abriendo paso con su potente bocina que pedía a gritos un descanso. El paisaje se iba transformando. Parecia que nos adentramos en la montaña. La única calle de material es por la que iba el colectivo, y atraviesa poblados de casas con paredes de piedra y techos de tejas negras, campos sembrados y arados a mano. Se pueden ver algún que otro chino recolectando verduras en cubos de madera. Mas allá, una autopista quiebra el paisaje agreste, y del otro lado ya se ven algunos edificios. Entramos luego en un pueblo ya mas grande, con mas casas de material y algún edificio. Las pocas casas de piedra y barro con techos de tejas negras que quedan conviven rodeadas por sus sembrados al lado de nuevos complejos habitacionales, con modernos edificios, impecables canteros y paneles solares en tus techos aterrazados. Vamos por la calle principal (la misma que primero era avenida, después pasillo y ahora nuevamente calle principal). Los vehículos se multiplican, las calles parecen no tener sentido de circulación. Autos, motos y carros se cruzan en todas direcciones. El bondi sigue su camino en medio de bocinazos y frenadas que en mas de una oportunidad casi sacan a un pasajero volando por la ventana. Pero a nadie parece molestarle, ni los ruidos ni las frenadas. Por un momento el trafico se frena, culpa de un conductor que decidió atravesar la calle de lado a lado con su vehículo para maniobrar tranquilo, al mismo tiempo que se fuma un pucho y ladra por su celular (ameritaba un correctivo como el que presencié, incrédulo, hace un par de semanas cuando tome un taxi que decidió detenerse en la mitad de la calle parando por completo el trafico, entre el cual había un patrullero que se acerco a los gritos y sin mediar palabra le encajo al relajado chofer un sopapo! pero ahora no viene al caso).

Al rato, a la melódica bocina del colectivo se le suma el coro de niños que viajan en el fondo del colectivo y decidieron ponerse a cantar a grito pelado, ajenos a lo que transcurre al rededor, como todos menos yo que trato de retener en mi memoria la mayor cantidad de detalles.

Llegando al puerto aparecen algunas fabricas de piezas náuticas y un astillero. Dejo pasar a un señor que antes de bajar me regala una escupida, en el piso del colectivo, claro.

La sala de espera para abordar esta llena, aunque no se parece en nada a las multitudes que pueden haber en una estación de tren en este momento. Eso si, el momento de abordar es igual que siempre, a lo chino. Todos juntos y rápido. A los empujones, cada uno  cargando sus bolsones. No vaya a ser que se quede sin lugar, aunque todos tenemos asiento y están numerados...no importa, hay que correr. Una vez adentro empieza el alboroto y los gritos entre pasajeros que quieren pasar por encima de otros o de sus bolsos que al no haber lugar para ponerlo comienzan a invadir los pasillos complicando el transito a bordo. Lo mismo sucede al descenso. El ferry ni siquiera había ingresado a la zona portuaria, de hecho todavía estábamos acercandonos a la isla, pero ya todos los chinos estaban abarrotados en los pasillos esperando para bajar, no vaya a ser que no lleguen a tiempo y se queden en el barco cuando vuelva a zarpar. En consecuencia, ahora estamos todos parados, inmoviles y apretados, con nuestros bolsos a cuestas y en el mismo orden en que estabamos sentados...le pregunto a mi amigo por que tal desesperacion pero no sabe explicarme. Yo no solo ya no me sorprendo (después de todo ya lo vivi en trenes, aviones, subtes y colectivos), sino que me encuentro ahi tambien, parado entre el monton. Y aunque a veces me queje, se que después lo voy a extrañar.

Y así transcurrió mi mini odisea de viaje para el año nuevo chino. No fue la aventura que esperaba, pero aun así tuvo sus momentos de asombro e inmersión cultural. Ahora, la previa a los festejos de año nuevo. Lo primero que vi al llegar a la casa de mi amigo fue una gran caja llena de baterías y tortas de petardos colorados. Al lado, la mesa con los palitos y los cuencos listos para ser usados. La madre prepara la cena en la cocina. El padre me pregunta si me gusta la carne de perro mientras saca un pedazo del freezer para mostrarme y decirme que me va a cocinar con ella un manjar! 马年快到了!

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